Tenía una deuda de amor con ella y él siempre cumplía sus promesas. Pero esa noche la crisis de dolor, lo tomó por sorpresa. Por eso regresó. Luego de varios intentos logró destapar el escondite. Tomó las joyas que se le resbalaban de los dedos y en un esfuerzo supremo, las colocó sobre su almohada. Los cabellos rubios brillaban tanto como el oro de las alhajas.
Mandándole un último beso, el fantasma del viejo joyero, atravesó la pared y se perdió en la noche.