El escollo
En el escollo riguroso se instala un nutrido grupo de gaviotas sin contrariarse, concentradas todas en su percepción de aquella realidad insondable. Mirar al mar es sumamente relajante. Como mirar al fuego. Todos los mares, el fuego. Ajena a la escena, una señora de manos blancas y exquisitas, le demuestra a su compañero todo lo que lo quiere. El perro de ambos si que se fija en las gaviotas. El señor le estrecha la mano con delicadeza, y es el más afortunado de esta orilla. Cada una de aquellas aves mira en una dirección con obstinado respeto.
Santi Bailor
1 criticas constructivas:
Una observación casi poética, muy buena descripción.
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