Ocho de la tarde. La noche ya tocaba la puerta del día. El revuelo era considerable en la comarca. Había llegado a la aldea la bandada de pájaros que anunciaban el fin de la aurora, la llegada de los alisios inconfundiblemente salados y el inicio de la feria del pueblo. Nada distinto, la rutina anual. Atravesé el puente de madera corriendo, adentrándome en el bosque, y entonces llegué a tiempo. Vi como el sol se apagaba sonriéndole a la luna. No era un atardecer cualquiera. El druida había anunciado que mañana el sol no saldría.
Puerta_abierta
1 criticas constructivas:
Un relato místico con elementos casi poéticos en escenarios maravillosos.
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