Los rayos de sol penetraban la fina película de sudor sobre su piel. Corralón observó a un costado. La sonrisa del patrón refulgía en una mezcla de tabaco y saliva.
De pronto, su mirada arrogante revoloteó y dio en la suya propia. Descorazonado, bajó la vista y volvió a su actividad.
-¡Ea, ea Don Corralón! ¡Al trabajo! –gritaba Urialde-. Que no son horas de descanso.
Con la última fuerza de sus esperanzas, Corralón obedeció y arrancó otra uva… sólo para comprobar que en su lugar una nueva surgía, otra y otra vez.
Cósimo Costa
3 criticas constructivas:
EL trabajo semiesclavo se vislumbra detras de este texto que nos hace llegar el cancansio de su personaje principal.
Muy bueno. Una imagen impecable de la vulnerabilidad del peón ante la omnipotencia del patrón.
Una sola crítica: ¿por qué tantas y tan gigantes comillas?
Un grito que nos recuerda que la vida no es una línea con principio y fin, como se nos quirere hacer ver en estos días de vidas aceleradas en busca de una cima que conquistar. Una metáfora del castigo de Prometeo. Un recuerdo del mito del eterno retorno.
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