LA MUERTE
Cierta tarde, la muerte memoriosa
cumplió cita en casa del poeta.
Reina de dinteles, traspuso la puerta.
Él cazaba insomnios como mariposas,
se acodó en su mesa.
Y como un gato arrogante
que juega con su presa,
le estudió el semblante,
respetó en su puño la pluma, también el secante,
pero desafiante arrebató el tintero.
El poeta esclavo de las musas y la noche
sin hacer reproches
abrió en sus muñecas copioso aguacero.
Con su sangre como tinta continuó sus versos.
Preso del destino
adoquinó con rimas su camino.
Así murió el poeta.
Para vivir siempre.
Nieto de Wayca
1 criticas constructivas:
La gloria para él¡
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