-¿Me daría una moneda, señor?- Pregunto nuevamente, con pocas esperanzas. El rostro indiferente de aquel hombre de traje azul no responde: soy solo un niño pobre entorpeciendo el camino hacia la oficina, un adorno más del paisaje urbano.
El humo se eleva en el cielo sobre las fábricas cercanas, y una nueva oleada de trabajadores uniformados pasa frente a mí.
Acomodándome en la vereda, vuelvo a mirar hacia la multitud, y, con menos esperanzas que antes, como si mi poca fe se la hubiese llevado aquel hombre de traje azul, repito con voz cansina; -¿Me daría una moneda, señor?
Lucero



1 criticas constructivas:
Suena a algo común, a sucesos de los cuales vivimos los países sudamericanos... lamentablemente.
Publicar un comentario