Esclava

El Dios le decía que hacer como si fuera Ella un muñeco sin voluntad mas que la necesaria para cumplir los deseos del propio Dios.

Despertaba cada mañana antes del alba con las pupilas dilatadas en búsqueda de su verde resplandor y en un frenesí de desesperación asesinaba cada segundo para asegurarse más bienes, más objetos, más seguridad., pero a cada paso el deseo en lugar de menguar, crecía para devorarla.

Ella casi contaba cincuenta primaveras pero no recordaba ni una flor, solo el resplandor verde, el olor acre, la superficie áspera de su Dios…. Dólar

Cicely