Los conductores de rickshaws de piernas fortalecidas por tanto pedalear, y el cuerpo enclenque de tan poco comer, corrían en tropel: escapaban de la policía. Éstos blandían sus palos para ahuyentarlos del lugar destinado a taxistas, de “rango superior”.
Al primer anuncio de lluvia bajaban del triciclo. Con un trocito de jabón embadurnaban el cuerpo y se enjuagaban con el chaparrón, y otra vez a trabajar. Esperaban que alguien se interesara por un viaje y regateara el precio, aún siendo de pocas rupias, debían bajar unos céntimos.
Esa es su casa; nacen y mueren allí. Y se sienten afortunados.
Teri Makasi
2 criticas constructivas:
Un viaje, esa es la sensación, fue como andar por las calles y entrar en el mundo de los conductores. Hayque dejarse llevar para poder viajar con la mente.
Es el relato de algo real, vivido en una ciudad de Indonesia, y que se puede repetir en cualquier ciudad de otro país asiático.
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