Madrugada de Julio. Dormíamos con Pepa arropadas “hasta las orejas”. Clotilde, nuestra labradora, también.
Golpes en la puerta nos despertaron; Juan, el jardinero de sonrisa abierta, invitándonos a ver la nieve.
Nos abrigamos a las voladas. Pepa tomó su Pentax y ¡a la calle!
La Valparaíso enfiestada. Vecinos jugando empecinados con la blancura. Ancianos comentando los cambios de clima. Niños fabricando muñecos con nieve acumulada en las veredas.
Caritas salpicadas de hilos blancos y estalactitas brillando como lucecitas de navidad, posaban ante la cámara.
Caminamos la avenida registrando lo inolvidable…
¡Noventa y dos años que no nevaba en Córdoba!
8 criticas constructivas:
me parece un cuento contado de forma tan simple y maravillosa que se puede sentir la historia como en carne propia.
muy bello sinceramente me ha hecho recordar a la nevada del año pasado...
coincido con lo que dice carlos. el año pasado yo sali con mis hermanos mas chicos a ver la nieve y ellos eran los que armaban los muñequitos fascinados!
un saludo!
manuela
Registro de algo inolvidable, y si
Muy buen relato, muy simple y directo.
Firma,
José Huespe
Gracias por dejarme estar ahi...a lo lejos siento la nieve...hasta diria que tengo los pies helados!!!
Un ambiente familiar se decanta inmerso en el cuento.
Me ha gustado la descripción de los personajes en el barrio.
Me he imaginado a cada uno de ellos observando la nieve.
Felicito al que lo haya escrito!
Felicitaciones Dorotea!!!!
El título de tu relato me llamó la atención y a medida que fui leyendo me sentí parte de esta historia...que lindos personajes y muy bien descriptos. Gracias.
Sólido poder de síntesis,fuerza de imágen; logré ver lo inimaginable:Córdoba nevada,si hasta sentí el calor de las mantas con las que se cubrían.Bueno.
SUSANA
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