Simón bajó del galeón con su peluca gris, la casaca abotonada y los dientes castañeteando.
-¿Cómo llamáis a este lugar? -preguntó al intérprete tehuelche.
-Aldea Grande... El río se llama Aguas Turbias, y la región Ueraicú.
-¿Uera-qué? ¿Pero qué indiada es esa?... Veamos... Por estos mares navegó Magallanes..., pero ya está El Estrecho para recordarlo...
Alcazaba hojeó un librillo y repitió los nombres de los marineros más "ilustres" que viajaban con su famoso paisano.
-Blasco Gallegos... Me gusta... Así que a partir de ahora este será ¡el Río Gallegos!, y el villorrio tomará de él su graciosísimo nombre.
Lúa Nova
3 criticas constructivas:
No tuvieron en consideración los nombres indigenas, pero eso era común en los colonizadores de aquella época -los hay de esta época no lo duden- pero tengo cierta empatía con los textos que se refieren a la ciudad donde vivo. Un trabajo de investigación que vale la pena reconocer por el esfuerzo.
un trabajo que nos recuerda como el precio de la libertad es la eterna vigilancia
Buen microrrelato... La verdad es que resolver el misterio del nombre de Río Gallegos y darle gracia en 100 palabras tiene mérito, y que sea bueno más.
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